Enclavada
dentro de la Serranía de Turimiquire se encuentra La Cueva del Guácharo, la
cual recibe este nombre por el ave que habita en su interior (el guácharo), es
la única ave frugívora nocturna provista con el mecanismo de ecolocación necesario
para volar sin tropezar y para comunicarse. Esta ave presenta un plumaje marrón
casi en su totalidad, con presencia de algunas plumas negras y de puntos blancos
que se distribuyen en todo el cuerpo.
En
torno a la cueva se han desarrollado numerosas historias, como que esta tenía
otra entrada en Brasil y que los
guacharos realizaban el viaje desde Caripe a Brasil en búsqueda de la cobalonga
(fruto que consumen principalmente). Historias que se han desmentido pues se ha
verificado que la cueva solo tiene una longitud de 10.5 kilómetros y aunque eso
la convierte en la tercera más grande de nuestro país (superada por la Cueva el
Samán en Zulia y el Sistema Roraima Sur en Bolívar), le faltan muchos
kilómetros más para llegar al Brasil y además también se ha verificado que los
guácharos toman su fruto de los árboles presentes en el Cerro Negro. A pesar de
esto, las cientos de historias de personas que se perdían dentro de la cueva y
aparecían en Brasil y los cuentos que contaban los abuelos sobre pasadizos secretos y portales quedaron
en nuestra mente, y no sé ustedes pero yo no me atrevería a subestimar estas
historias mientras hago un recorrido dentro de la cueva.
Lo
cierto es que no solo nosotros le hemos atribuido misterios y misticismos a la
Cueva del Guácharo. Con la llegada de los conquistadores a costas venezolanas
los pueblos indígenas fueron obligados a desplazarse para evitar la muerte y
esclavitud que traían consigo los españoles, uno de estos pueblos indígenas
fueron los Chaimas pertenecientes a la etnia Caribe, quienes habitaban
primeramente la región de Casanay,
Cariaco y Cumanacoa. Se fueron de sus asentamientos originales en búsqueda de
la montaña, donde pudiesen estar seguros y se encontraron con una montaña
virgen y una caverna que les brindaba cobijo, una fuente de agua y la grasa necesaria
para preparar los alimentos y encender el fuego que los protegería del frío.
Los
Chaimas se designaban como “La Gran Semilla” y vivían de la horticultura, sus
cultivos principalmente eran de yuca y maíz, no eran cazadores. A ellos en
parte se les debe la tradición del Katcha (Casabe) el cual realizaban con la Kichere
(yuca agria) al convertir en vida el
ácido venenoso de dicha raíz.
La
familia la conformaba un yum, una zan, los mur y las yemchi (padre, madre,
hijos e hijas, respectivamente) y cada tribu contaba con un piache (curandero),
las relaciones entre las familias eran buenas pues se trataban como yacono-kon
(amigos). Cabe recalcar que esta última palabra era de suma importancia, de
hecho si había alguna familia enemistada dentro de la tribu los caciques
actuaban como jueces de paz, o simplemente lo resolvían con un juego.
La
Cueva del Guácharo era su mayor aposento, a la que le debían devoción y le
dedicaban rituales. De Dioses estaba repleta la cueva que al mismo tiempo era
la morada de las almas de los Chaimas que morían y que aun salen de noche en
forma de guácharos a recorrer las serranías cercanas.
Es
toda una tarea imaginativa el despertarse temprano, asistir a la plaza del
monumento y ver a los nobles y pacíficos Chaimas protegiendo cual guardianes la
entrada de la cueva, mientras sus antepasados en forma de guácharos regresan al
interior cargados de cobalonga.
Con
el tiempo, los europeos se volvieron a encontrar con los Chaimas para desgracia
de estos últimos. Aproximadamente en el año 1609 la cacica Urimare había
convocado a la tribu Chaima a resistir a los españoles, sin embargo ella fue
apresada y ahorcada en una plaza de Cumaná.
Luego en 1659 los misioneros capuchinos fundan la misión de Santa María
de los Ángeles actual Santa María de Cariaco
con indígenas Chaimas arrebatados de Cumanacoa, desde allí se les hizo
más fácil el acceso al Norte del actual estado Monagas para emprender nuevas
misiones evangelizadoras y formadoras de pueblos.
Aunque
muchos Chaimas de la región del Guácharo fueron tomados para formar parte de
estas misiones, muchos otros se adentraron más a la montaña, por suerte. Muchos
de los tomados para formar parte de las misiones murieron por el trabajo
forzoso que realizaban y en las condiciones tan precarias en las que los
mantenían.

En
el año 1660 se escribe el primer documento en el que se nombra a la cueva, era
una carta escrita por el Padre Agustín de Frías al obispo de Puerto Rico. El
primer documento impreso donde se menciona a la cueva se le atribuye al Padre
José de Carabantes. En 1674 los indígenas realizan un ataque en contra de los
misioneros y estos últimos se ven obligados a refugiarse en el interior de la
cueva, entre ellos estaba el Padre Francisco de Tauste quien en 1678 presenta
la primera descripción de la cueva, de su río interno, sobre su boca, el ave,
etc, y además publica en España el vocabulario de los indios Chaimas po r lo que
fue premiado con el cargo de misionero superior de la provincia de Cumaná.
Los
Chaimas hoy en día son muy pocos, se encuentran de forma dispersa, su cultura
se ha ido perdiendo, el contacto con los Tuponache (blancos) les afectó en gran
parte. Hoy se cierne sobre ellos el olvido inminente de una etnia que se
resiste a desaparecer y que le ha dado tanto a la región nororiental venezolana,
mientras tanto La Cueva del Guácharo guarda todavía en sus entrañas la fuerza espiritual
del pueblo Chaima.
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Foto de Miguel Moya |
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