Por primera vez en 25 años pareciera ser que mi país, Venezuela, tiene una oportunidad real de lograr un cambio de gobierno por la vía democrática del voto. Sin embargo, intento no emocionarme y mantener mi esperanza al mínimo. La desesperanza aprendida y la indefensa adquirida ya son parte de mi mecanismo de defensa para enfrentar la realidad de mi país. Hemos pasado demasiadas cosas en los últimos años. No quiero ilusionarme en vano. En mi país, tenemos una relación complicada con las elecciones. Conscientemente, unos días antes de las elecciones me abastecí de alimento, porque uno nunca sabe qué pueda ocurrir, y si algo ocurre lo mejor es que te agarre con alimento en casa. En Catia, el barrio donde vivo, se escucha “compren velas, por si acaso”. Todo parece estar normal, sin embargo, tengo una semana que no logro dormir más de 4 horas en la noche. La ansiedad toma mi cuerpo y trato de poner en práctica todas las herramientas que conozco para gestionarla. Un dolor de cabe...
Así son los amaneceres desde donde vivo. |
¡Ay Caracas! Vas a una
velocidad muy rápida. Ya hace un año que vivo en la Capital, a donde tuve que
mudarme en la búsqueda de oportunidades, que en el interior del país son
escazas. Muchas puertas nuevas se me han abierto desde que tomé la decisión,
agradezco eso, y muchas experiencias tanto positivas como negativas he tenido
mientras camino tus calles, agradezco esto también, porque siento que he
aprendido y han sido experiencias que me han hecho crecer como persona y tener
una visión totalmente diferente de lo que llamamos vida.
He aprendido que no se puede
confiar en nadie pero tampoco se puede desconfiar de todos, Caracas está llena
de gente muy buena pero también de gente no tan buena ¿Cómo saber cuál es cuál?
El sentido lo vas afinando una vez te los vas encontrando.
He aprendido que en pleno
siglo XXI y en un país donde realmente todos somos una mezcolanza de razas,
problemas como el racismo siguen estando presentes; esta es quizás de las
enseñanzas más duras que he tenido en Caracas y que me tocó vivirlo en primera
persona en una zona ‘high’ de la Capital, pero que también he presenciado en
zonas populares del Oeste caraqueño.
He aprendido a “despertar” a
los que se hacen los dormidos en el metro con tal de no darle el asiento a una
mujer embarazada, a una persona mayor o a algún discapacitado.
He aprendido a poner el
corazón duro frente a todas las personas que se montan en el metro a pedir
dinero. Llevo un año viviendo en Caracas y veo a la misma persona montándose
todos los días porque ayer se le murió un familiar en Barinas y necesita completar
para el pasaje.
He aprendido que la estación
del metro Plaza Venezuela forma
guerreros, no hay peor forma de empezar el día que en esta estación. Es donde
me quedo todos los días, o al menos intento quedarme porque en ocasiones ni
siquiera me dejan salir.
He aprendido que Google Maps
fue y es mi mejor aliado. Lo usaba todos los días los primeros dos meses, ahora
solo lo uso cuando necesito llegar a un lugar al que no tengo ni más remota
idea de donde me puede quedar porque aquí en Caracas nadie sabe de direcciones,
nadie conoce dicho lugar, pasan todos los días por allí pero no saben cómo se
llama esa calle, en fin, gracias Google Maps.
He aprendido que las
diferencias de cultura y de idioma no importan, cuando me vine a Caracas nunca
me imaginé que me tocaría darle clases de español a un chino que estaba de paso
por Venezuela haciendo obras de caridad y viajando como mochilero, me enseño de
su cultura y de su religión, el budismo. Hace poco me entere que ha recorrido
toda Suramérica y está ahora en Argentina.
He aprendido que aquí nadie
camina rápido, todos van a una lentitud increíble, bajan las escaleras con la
mayor flojera del mundo y además se interponen con el libre tránsito del lado
izquierdo de las escaleras del metro, esto es realmente frustrante.
He aprendido el por qué los
caraqueños aman el Ávila. Si eres del interior del país, como yo, cuando
escuchas a un caraqueño decir que ellos tienen la mejor montaña del país, puede
ser irritante, pero… no, no es la mejor montaña del país, pero sin duda alguna
tiene un encanto único, unas vistas espectaculares y no solo de Caracas sino
también del Mar Caribe, tiene unos senderos maravillosos y una tranquilidad que
contrasta con la inquieta Caracas.
He aprendido que quien ama a
los bebes es porque no los ha escuchado llorando en el metro a las 6:00 pm
cuando además hay retraso y lo único que quieres es llegar a casa.
He aprendido a tocar
puertas, porque si no, no se abren. Cuando me vine a Caracas me traje conmigo muchas
aspiraciones, además de los viajes me gusta la política y la diplomacia, y con
muchas sonrisas y un por favor adelante he conocido más de este mundo de
primera mano, hace un año no me podía imaginar bebiendo un poco de vino tinto
con un embajador en algún lugar.
He aprendido el valor de la
palabra “Gracias”. Es una palabra que abre muchas puertas, “ser agradecidos es
de hombre bien nacidos” me dijo el periodista Manuel Sainz cuando lo conocí,
desde entonces no se me ha olvidado y es una palabra que aplico mucho hoy por
hoy, pero sin restarle significado y valor.
Y por último, he aprendido que
la familia se valora mucho más cuando estas lejos. Esos abrazos de mamá y de
hermanos, los consejos de papá, tu perro (porque también forma parte de la
familia) que se vuelve loco como una cabra cuando te ve, la comida calientica, esa cama de tus padres que es más
rica que la tuya, las películas en familia y esos momentos que solo en familia
se comparten.
Todo es aprendizaje, hoy
puedo decir que sé mas que ayer pero menos que mañana, si he aprendido todo
esto y muchas cosas más en un año, no puedo esperar para ver que me trae el
próximo.
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