Cuando llegué a Caracas, desde mi pueblo original de residencia, en Septiembre de 2014, la Capital de Venezuela se encontraba recuperando de una jornada intensa de protestas que habían ocurrido a inicios de año. Para el momento en que llegué a Caracas reinaba una especie de normalidad, y posiciones encontradas sobre la justificación de las protestas. Para ese momento, algunos alimentos empezaron a escasear pero nadie imaginó lo que vendría luego. Mi primera semana de clase en la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central de Venezuela en Diciembre de ese año también fue un poco intensa. La universidad se preparaba para elecciones de representantes estudiantiles tanto a nivel federativo como a nivel de facultades y escuelas. Esa primera semana de clases, algunas clases se interrumpían cuando ingresaba algún candidato al salón con autorización del profesor de turno para darnos su discurso y motivar el voto a su favor. En el primer semestre de la carrera no entie
Uff
esos colores que se alborotan y el olor a madera ya convertida en artesanía tan
rico que impregna el lugar, bajo un sol que te deja encandilao’ pero que se
mejora con un trago de cocuy, nojuegueee esto es un plan maravilloso al
occidente del país. Si no sabes de qué lugar te estoy hablando es porque
probablemente no lo hayas visitado, quien lo visita guarda su recuerdo para
siempre, te hablo de Tintorero.
Tintorero
está ubicado en la vía Barquisimeto-Carora a solo 20 minutos de la capital larense,
en pleno Valle de Quíbor. A penas entras al poblado los colores de sus tejidos
te impresionan y te sorprendes de la c reatividad y esfuerzo que tienen cada uno
de los que laboran los textiles.
De
hecho, el nombre de Tintorero es por la tinta que se usaba para teñir la lana
años atrás, pero con el tiempo este proceso ha quedado en el olvido para darle
paso a los nuevos hilos pabilos industriales.
Quien
inició con todo el trabajo del tejido fue Don Juan Evangelista Torrealba, allá
por el año 1895, fue él quien creo el primer taller de tejido y desarrolló en
el poblado todo este arte que hoy en día es el sustento de muchas familias. A
pesar de que quien inicio todo esto fue Torrealba, a quien más se conoce es al
Señor Sixto Sarmiento, él fue aprendiz de Torrealba desde los 15 años y desde
entonces el movimiento del telar lo enamoró.
En
este increíble lugar los años pasan, pero la tradición permanece intacta. Los
artesanos comienzan su formación desde niños, desde el hogar; su yoyo es un
carrete de hilo y su juguete favorito es
el telar.
No
solo tejidos se elaboran en Tintorero, a pesar que al principio solo se
dedicaban a los telares, con el tiempo fueron adoptando nuevas formas de hacer
artesanía, entre ellas la alfarería. Hoy por hoy pueden verse una infinita
variedad de jarrones, casitas, móviles,
tazas, entre otras cosas hechas con arcilla, y muchas otras hechas con
madera, la creatividad de los que aquí laboran no tiene límites.
La
popularidad de Tintorero ha cruzado las fronteras y la calidad de su artesanía
ya es reconocida en varias partes del Mundo. Todos los años en el mes de Agosto
se realiza la Feria Internacional de Tintorero, que apoya y afianza el trabajo
realizado en Venezuela pero que también exalta las obras de artesanos de
distintos países.
Particularmente, me despierto cada día con el recuerdo y el sabor de Tintorero, esta taza de arcilla elaborada por los pobladores de este lugar me acompaña cada mañana con el tan deseado café caliente.
Los
invito a que conozcan este pueblo en el que los telares nunca paran (y que no
lo hagan) y donde los colores de sus hamacas, cobijas, chichorros y su
artesanía en general nunca dejan de brillar.
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