Llegué
a la Bandera a eso de las 5:30 pm. Busqué pasaje y encontré que me robaran sin
pistola. Logré comprar mi pasaje, pero aprendí que debo comprar directamente a
la oficina de la línea de transporte y no a los vendedores que gritan por los
pasillos. Esto lo explicaré en otra entrada.
Tuve
que esperar por algún tiempo a que llegara la unidad. Cuando llegó, después de
algunas discusiones sobre el equipaje y la cola para subir, logré montarme. Un maracucho
se sentó a mi lado. Hablamos en el camino. Me contó que está en el primer año
de la Escuela Militar, sobre lo duro que ha sido venirse lejos de su familia,
sobre lo difícil que es manejarse en Caracas y sobre los castigos que les
imponen en la Escuela.
Pase
todo el camino hasta el Zulia con un frío malandro. El aire del autobús enfrió
como nunca. Yo ni siquiera un sweater
llevaba. En mi mente estaba el calor marabino pero se me había olvidado
calcular el detalle del autobús. Cuando pasé el Puente Sobre el Lago no sentí
la emoción, lo que sentía era que ya estaba tullido del frío. Después que nos
detuviese migración alrededor de media hora continuamos y por fin llegué a La
Tierra del Sol Amada.
En
el terminal, basura por todos lados. Lo único limpio es la pancarta de la
alcaldesa del Municipio. Esperé que amaneciese un poco más para empezar a
patear calle. Fueron solo 30 minutos que me sirvieron para revisar mi mapa y
saber que sería lo primero que visitaría. Ya salió el sol y con él salí yo del
terminal. Pregunté por la Basílica de la Chiquínquira y amablemente me dieron
la dirección. Caminé bastante, creo que o me perdí o tomé el camino largo. El
mapa me indicaba solo un par de calles. Me di cuenta que no solo el terminal
estaba lleno de basura, también lo estaban las calles, las aceras y el mercado.
Detalles de la Basílica |
Cuando
la vi por su parte posterior sabía que era ella, era la Basílica. Imponente,
magnifica. Irradia una paz maravillosa. Entré y su interior me enamoró. No soy
artista pero cuando veo arte, lo valoro y me encanta. El interior de la
Basílica es sencillamente una obra de arte. Sus delicados pilares bañados con
la luz del sol que sale justo en frente de ellos, el techo perfectamente
diseñado, las puertas y el piso, perfección pura.
Un marabino rezándole a la Virgen |
Era
muy temprano, quizás las seis y media de la mañana y ya la Basílica estaba llena
de personas que como fieles iban a arrodillársele a la imagen de la
Chiquínquira. La devoción marabina por la Chinita fue algo que realmente me
conmovió. Su imagen nunca estaba sola, tenía, en definitiva, muchos devotos.
Fue el momento perfecto para agradecer el estar allí, el estar vivo, el tener
aire en mis pulmones y un corazón galopante. No era el momento para pedir algo,
era el momento para agradecerlo todo.
Mi foto con la Chinita |
Monumento a la Chinita en el Amanecer |
Afuera
el sol brillaba resplandeciente, con una fuerza increíble. El catire salió con
las pilas puestas. Caminé por el Paseo de la Chiquínquira. Esto sí que es
limpio. Al fondo se ve la silueta de una maravillosa mujer con un niño cargado
en brazos. ¡Es la Chinita!. El paseo está lleno de árboles que dan sombra
cuando el sol se vuelve más inclemente. Me gustaron mucho los asientos, el
piso, los jardines, los jarrones, la forma en la que se colocaron los árboles y
las farolas. Seguí caminando, el paseo es bastante largo. Apenas se acaba,
tienes frente a ti la fachada de la Iglesia Santa Bárbara. La fachada
impresiona, quizás sea el vibrante color con la que está pintada lo que llama
la atención de todos.
Caminé
hasta la Plaza Bolívar y decidí que era el lugar perfecto para tomarme un
descanso. Elegí el mejor lugar para sentarme. Tenía al Teatro Baralt justo
frente a mí. Inaugurado en 1883, este teatro se complació en presentar la
primera proyección cinematográfica en el país. Frente al teatro, un hombre
armaba su negocio y comenzaba a vender agua de coco. Fui a preguntar sobre el
Teatro, no me permitieron entrar. Me dijeron que ya no hacen muchas
presentaciones, solo los domingos para un evento infantil.
Mientras
descansaba aproveché para ubicarme en el mapa pero, no me aparecía en éste el
barrio de El Saladillo. Me llamó la atención que por la Av. 5 –justo por donde
estaba sentado- se veía al lado del teatro algunas casas de colores llamativos,
así que fui a ver. Para mi sorpresa me encontré con El Saladillo, varias calles
repletas de colores, de farolas y de casas con grandes puertas y ventanales.
Admito que siento debilidad por las calles coloniales. Lo he sentido en Coro,
Cumaná y ahora en Maracaibo.
Panorámica de El Saladillo |
El
Saladillo recibe este nombre –según cuenta la historia- por unas salinas que se
encontraban cercanas al lugar donde se encuentra hoy en día este barrio.
Algunos documentos encontrados dan a entender que este fue el primer
asentamiento fundado en lo que es actualmente el Estado Zulia. Este barrio ha
sido fuente de inspiración para muchos gaiteros que con sus cantos enaltecen al
Zulia y a su Chinita. No es para menos. El Saladillo es la zulianidad expresada
en su totalidad.
Fachadas de El Saladillo |
Después
de recorrerlo, tomar muchas fotos de las fachadas y llamar –sin respuesta- a la
“ventanita del sabor” me regresé a la Plaza Bolívar para visitar la Catedral de
Maracaibo que queda justo en frente. Algo que me pareció curioso de esta ciudad
es la cantidad de edificaciones religiosas que uno se puede encontrar y,
además, están muy cercas las unas de las otras.
La
Catedral estaba cerrada. Las siguientes 3 horas se resumen en intentar sacar
efectivo en alguno de los bancos de la ciudad. El Banco de Venezuela que queda
frente al Banco Central de Venezuela-Sede Maracaibo es TERRIBLE –con mayúsculas
y todo- Me cuentan que siempre las colas son eternas que solo funciona uno o a
veces dos cajeros. Me lo tomo con calma, me tomo un cepillado de Cola y decido
irme a otro banco, donde la cola es igual o peor. Por fin logro sacar efectivo
en un TBcom clandestino y me voy caminando hasta el Mercado Guajiro.
Tejidos Wayúu |
Me
esperaba algo tipo mercado popular en el que los Wayúu vendieran sus productos,
pero en realidad me encontré con puestos comerciales establecidos por –si no me
equivoco- la gobernación de la entidad. Aunque se puede ver gran variedad de
artesanías y tejidos, particularmente me resistí a comprar algo porque me
extrañó ver pocos Guajiros y sospeché que esto pudiese ser un negocio en el que
personas No Wayúu revenden las artesanías Wayúu. Algo que se ve a menudo. Pero
la verdad no lo sé. Quizás ese día simplemente no había muchos indígenas en la
zona, quisiera creer eso.
Los
tejidos Guajiros se conocen por sus brillantes colores: amarillo, azul, verde,
fucsia. Son expertos trabajando los hilos. Ellos cuentan su historia a través
de los tejidos, la conocen muy bien y por eso tejen rápido. Años de
experiencia.
Plazoleta del Mercado Guajiro. Al fondo los locales de artesanía Wayúu |
Feliz con mi patacón |
Justo
en el mismo mercado hay un puesto de comida donde venden los afamados patacones
a un precio realmente bueno. No me lo van a creer pero se me fue bastante
difícil encontrar un lugar donde vendieran esta comida marabina. Fue un golpe
de suerte encontrarme con este local donde los sirven suculentos con el
infaltable queso. Lugar recomendado. No tengo el nombre del local, pero creo
que es el único en el pequeño mercado. Queda en la plazoleta que está detrás de
las tiendas de artesanía.
Señor José Luis, Artesano Wayúu |
La sombra de la que les hablo, bajo el Cují |
De
allí agarro una camioneta que me deja en la Vereda del Lago. Camino por la
entrada de este paseo. Cuando se empieza a divisar el Lago la sensación es
increíble, estas allí frente al lago más grande de Latinoamérica, ese mismo que
ha tenido que presenciar tantas cosas, como un evento del paro de 2002 así como
una de las guerras más decisivas para la independencia de Venezuela. El mismo
lago por el que los afanados por conseguir el oro negro se vuelven locos. Es
magnífico.
El
sol es inclemente. En Maracaibo no hay mejor forma de refrescarse que con uno
–o varios- cepillados con jarabe. Sentado bajo una mata de cují y con vista al
Lago me disfruto mi cepillado. El libro Dragones en la Puerta –regalo de mi
papa-fue mi acompañante bajo aquella sombra dichosa. Me dispuse a buscar a los
tranvías pero no estaban trabajando en sus rutas turísticas ese día. Al menos
esa fue la información que me dieron en la estación central ubicada allí mismo
en la Vereda del Lago.
Se
hacía tarde pero yo quería conocer un lugar más antes de partir de esta bella
–pero sucia- ciudad. Tome una camioneta a las afueras de la Vereda que me paseó
por toda la Avenida El Milagro y me dejó al inicio de la Avenida Libertador. Me
la camine toda. Fachadas coloniales por doquier a mi derecha y, a mi izquierda
el gran Lago de Maracaibo. Llegué hasta el Puerto donde estaban algunas
personas esperando para embarcar hacia Los Puertos de Altagracia. Me dieron
ganas de embarcarme también, pero había mucha gente esperando y al parecer la
embarcación tarda en llegar bastante.
Avenida Libertador, Maracaibo. |
Como
plan alternativo abrí mi mapa, consulte lo que quedaba cerca de donde estaba y
descubro que hay un centro de arte, así que me voy a pata hasta allá. Es el
Centro de Arte Lía Bermúdez. Una obra de Jesús Soto te recibe a penas abres la
puerta de vidrio. Una obra que homenajea al Lago y que te invita a meterte de
lleno en “El Penetrable del Zulia”.
El Penetrable del Zulia, Obra de Jesús Soto. |
Plaza Baralt. |
Una
colección bastante buena adornan las paredes de este Centro de Arte. Arte que
muestra las creencias indígenas, arte irreal, arte crítico y de protesta
política es lo que más resalta. Al salir me dirijo hacia la plaza Baralt,
tratando de ignorar la basura a los lados, me disfruto del paseo y de una gaita
que sonaba en algún comercio. Este boulevard se presta para caminarlo, es
bastante bonito a horas de la tarde. Caminando llego a la Iglesia de Santa
Bárbara y emprendo camino de regreso por el Monumento a la Chinita que en horas
de la tarde tiene un encanto particular, caminarlo a esta hora me gustó bastante.
Vista de la Basílica a horas de la tarde. |
Voy
de regreso al terminal y en mi paso por un mercado popular me compro uno
Tequeyoyos –tequeños rellenos de tajadas jamón y queso- ¡Son la gloria! Me comí
varios, estaban excelentes. Continúo camino hasta el terminal donde compro
pasaje de vuelta, esta vez directamente en la oficina. Fue una salida del Zulia
bastante retrasada, yo solo podía reírme. Nos detuvo migración, algunos
pasajeros no aparecían, la guardia nos hizo bajar el equipaje para revisarlo
dos veces, otros pasajeros se perdieron, la Guardia detuvo al chofer. En fin,
un regreso accidentado pero gracias a Dios regresé bien y con muchas
experiencias y cuentos que contar.
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