Morrocoy y sus colores que enamoran. |
Después de casi 7 meses
regresé al Parque Nacional Morrocoy. Esta vez fue diferente. El lugar había
cambiado solo un poco pero yo definitivamente no era el mismo. Morrocoy fue uno
de los primeros lugares que visité cuando empecé a viajar. Llegué allí –la primera
vez- con una mochila muy pesada, se me notaba lo novato a leguas. Solo estuve
en Morrocoy 4 horas, mis planificaciones eran muy locas, quería visitar tantos
lugares posibles en el menor tiempo –esto hacía que no me viviese el momento- y
de allí partí a Coro, pero eso es otro cuento.
En esta ocasión me quedé dos
días. Acampé a metros de la playa. Me gocé lo cristalina de las aguas, sus
azules, los amaneceres, los atardeceres y fui feliz. Salí de Caracas más tarde
de lo que me esperaba –ya estoy acostumbrado a decir lo mismo- debo empezar a
salir más temprano, aunque me cueste. El plan inicial del viaje era colaborar
con una Organización para ayudar a la migración del Cangrejo Azul pero por
motivos ajenos a mi voluntad no pude asistir. Viajé un miércoles, me encanta
viajar entre semana. Hice escala en Valencia para ahorrarme unos churupitos
–desde Caracas el pasaje es muy costoso- apenas llegué al Big Low busqué los baños y mi
vejiga me lo agradeció. Había bebido mucha agua y además estaba nervioso por el
viaje –o quizás era ansiedad-. Consigo puesto en el autobús que va saliendo
para Tucacas y lo tomo.
No sé en qué momento pasó.
No sé cómo. El tirante de mi mochila se había desprendido del amarre. Esto me costó
cuando llegué a Tucacas una inflamación en la zona lumbar por la forma en la
que llevaba mi mochila. Necesitaba un alambre para improvisar un amarre pero
había la posibilidad de que me cerraran la entrada al Parque Nacional que según
horarios disponibles en internet, permanecía abierto hasta las 5:00 pm. Eran
las 4:50 pm cuando llegué a Tucacas. No quería ver el reloj. Solo quería llegar
a la playa y buscar un lugar para acampar.
De por sí, intentar
planificar este viaje fue complicado. Intentaba llamar a INPARQUES-Tucacas para
que me asesoraran sobre los lugares para acampar y pedir otras informaciones y
NUNCA respondieron. La información disponible en internet es solo para ofrecer
paquetes de viaje, hoteles, posadas, etc. Llamé a la oficina principal de
INPARQUES en Caracas, ellos no tenían información y quien me atendió dudaba si
Morrocoy se encontraba en el estado Falcón. Lo que menos necesitaba era
encontrarme con la entrada al Parque Nacional cerrada.
No sabía si me permitirían
acampar, yo iba dispuesto a llorarle al Guarda-parques si era necesario. Caminé hasta un poco antes de la entrada. En el camino me topé con gente que venía con
paquetes de arroz y caraotas, supongo que fue lo que vendieron ese día. Confirmo
que el parque sigue abierto. Muchos bañistas venían de allá. Espero por los
mismos camioncitos que me llevaron al parque la primera vez. Después de 10
minutos esperando, nada que pasaba alguno, en mi mente contaba hasta 30, si
llegaba a cero y no veía ningún carro me iría caminando. Alargue los últimos
segundos porque realmente lo que menos quería era caminar. Cuando la cuenta va
por 1 ½ aparece a lo lejos uno. Cuando
se acerca, saco la mano y se para. Atrás iban unos pescadores que iban camino a
la faena. Me desearon un feliz viaje y bajaron justo antes de entrar al parque,
en el Puerto de Tucacas.
Una vez dentro del parque –aun en el camioncito- me
sentía mucho más aliviado, sin importar el dolor en la zona lumbar, sin
importar el inconveniente con la mochila, ya estaba en Morrocoy y pronto
estaría armando mi casita desmontable. Disfruto de la brisa que trae olor a la
laguna, olor a manglar, olor a mar.
Camino a la Playa. |
El camión se detiene, me
bajo y ya estaba en la playa Punta Brava. Los mismos azules y las mismas
palmeras me dan la bienvenida. Había una parte de la playa repleta de algas
–supongo que es la temporada-. Camino por la arena mientras cae el atardecer
buscando un lugar para acampar. Unas corocoras entre los manglares hacen que
pierda la vista locamente, el contraste era perfecto. Encuentro un lugar, no sé
si era el mejor pero estaba muy cansado como para seguir caminando.
Me sorprende la cantidad de
basura que se encuentra hacia estos lados, alejado de los lugares principales,
alejado del puesto de Guarda-parques. Esto no va acorde para ser un Parque
Nacional. La gente no tiene consciencia de donde están, no se ubican en tiempo
y espacio. Hasta pañales había. Decido que me despertaré temprano para limpiar
un poco el lugar y no perderme el amanecer.
No pensé en lo difícil que
sería armar mi carpa en la playa hasta que me vi peleando con el viento, que
sencillamente no me estaba colaborando. Una vez armada y después de evitar que
se la llevase el viento terminé acampando unos cuantos metros más atrás de
donde pensaba hacerlo originalmente. El viento se había llevado mi carpa. Tuve
que inmediatamente meter la mochila en el interior y comenzar a colocar los
clavos.
Mi palacio frente al Mar Caribe. |
Casa lista, ahora era el
momento de comer, ni siquiera había almorzado. Mientras comía una deliciosa
pasta con pollo el cielo se oscureció. Un libro sobre la autonomía Indígena en
el Ecuador me acompaño durante la noche. Dejé la puerta de la carpa abierta
para que la brisa me impregnara de su frescura y de su olor. De pronto comenzó
a surgir algo del agua, se veía una radiante luz, subió a los cielos
rápidamente y su luz se reflejó sobre todo el mar. Me bendecían desde lo alto,
me regalaban una magnifica vista –la mejor que haya visto hasta entonces-. Una
súper luna brillaba para mí. Fue el foco que alumbró mi casita esa noche. No
puedo describir con palabras lo magnífico del momento. Ya no necesité la
lámpara, con su luz me bastaba.
La luna que brilló para mí esa noche. |
Todo el trajín del día
estaba surtiendo efecto sobre mí. Caí como un tronco. Dormí toda la noche con
el sonido de las olas amenizando el ambiente. Despierto temprano, 5:30am para
ser exactos. Estoy acostumbrado a levantarme a esta hora. Lo sé, es triste.
Pero esta vez valió la pena. Comencé a recolectar un poco de la basura que
había en el lugar, no pensé que acumularía tanta, solo había llevado una bolsa
pequeña, pero me las ingenié para que toda la basura entrara allí. Aun así,
quedó basura que no pude recolectar. Botellas de refresco, cerveza, aceite de
motor, pañales, vasos, bolsas. Un sinfín de basura dejada allí por aquellos que
se hacen llamar “Humanos”.
El cielo me estaba
recompensando. Me regaló de los amaneceres más bonitos que he visto. Es
impresionante como todos los colores se reflejan en el agua creando una serie
de contrastes alucinantes. Dicen que el hombre se enamora por la vista,
Morrocoy ya me ha enamorado.
El amanecer que me regaló Morrocoy lo guardaré siempre conmigo. |
Desayuno ansioso, quería
estar dentro del agua tan pronto como fuese posible. Así fue, no había un alma
en la playa, estaba amaneciendo, ella estaba allí para mi solito. Temperatura
perfecta, ni fría ni caliente. Me la gozo, canto, me sumerjo, nado, canto más
fuerte –total, nadie me escucha o al menos eso creo-, me enamoran sus azules.
Algunos peces pasan cerca de mí. Todo está en armonía. Pienso, medito, floto y
nuevos proyectos vuelan por mi mente.
Descubro que quiero ser como
Morrocoy. Quiero un alma tan clara y tranquila como sus aguas y quiero ser el
reflejo de las buenas cosas.
Las horas pasan, la gente
empieza a llegar a la playa y me hago amigo de un pescador, le pregunto sobre
Tucacas, me dice que está insegura, que antes no era así. Que venir y quedarse
en la playa también es peligroso. Me cuenta por qué prefiere pescar de noche.
Me comenta sobre el problema de la basura, de la inconsciencia de las personas
y de problemas en los pagos al personal del Parque Nacional.
Me despido de mi amigo y me
dispongo a desarmar la casita, guardo todo en el bolso. Me encuentro en la
playa un pedazo de alambre que utilizo como amarre para el tirante roto de mi bolso
– ¿ven como cualquier cosa se puede encontrar allí?-, me pongo nuevamente la
mochila, el amarre quedó muy bien. Me despido de Morrocoy y regreso feliz,
llevo en mi mochila nuevos recuerdos, nuevos paisajes y nuevos colores y en mi
rostro una sonrisa que no me la quita nadie.
De regreso. |
Comentarios
Publicar un comentario