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Sobre la búsqueda de mis orígenes

Cuando llegué a Venezuela desde Nepal, lo hice estando bastante enfermo. Mi estadía en Nepal me había activado varios virus que desconocía hasta ese momento. Estuve en varias consultas médicas con distintas especialidades tratando de buscar un diagnóstico, y con cada uno de los médicos que visitaba se abría una nueva historia clínica, que implica en primer lugar la búsqueda de antecedentes de cualquier tipo de  patología. Todo iba bien con los antecedentes maternos, tenía toda la información que me solicitaban: antecedentes de diabetes, hipertensión, cáncer, etc. Pero cuando implicaba dar información sobre mi papá, solo se oía el silencio. A ver, conozco a mi papá, crecí con él, tengo la fortuna de tenerlo aún conmigo, tiene más de 35 años de casado con mi mamá, somos cercanos, pero él siempre ha sido un hombre sano, o al menos eso creemos todos. A mi papá no le gustan los hospitales ni nada de lo que tenga que ver con chequeos médicos, de mi papá desconozco hasta el tipo de sangre. Ad

Sabores de Catia.

Foto: www.aporrea.org


Inaugurado en diciembre de 1951 el Mercado de Catia se planta en lo que anteriormente era conocido como la Avenida España, hoy Boulevard de Catia. Este Monumento Histórico Nacional –declarado así en 1994- es hoy por hoy referencia del catiense, y lugar preferido para hacer las compras de la semana.

Los días de semana la afluencia de personas es poca pero los fines de semana está atiborrado de personas. Es bastante limpio considerando que es un mercado popular y los vendedores parecen conocerse entre todos. Uno le cuida el puesto al otro y entre todos se cuidan cada uno.

Las frescas verduras abundan, son en su mayoría traídas de los andes venezolanos, los vendedores son en su mayoría inmigrantes españoles y portugueses. Tuve la oportunidad de hablar con la señora María Do Santos –portuguesa- quien me cuenta que hace años que vende sus verduras allí en el mercado. Ofrece lechuga, repollo, tomates y más. Con gusto les atenderá, es una persona maravillosa.

Sigo mi camino y me encuentro con un local donde venden mis favoritos, los condimentos. Sus olores impregnan el lugar. Comino, pimienta, laurel, albahaca, de todo lo que puedas imaginar. Más adelante, en un rincón, te encuentras con la venta de plantas medicinales. El venezolano siempre ha sido creyente –en parte- de la medicina tradicional pero la escasez de medicina ha hecho que su consumo se haya visto incrementado. El venezolano le busca la solución a todo. Si tienes padecimientos renales o vómitos, vas y compras albahaca morada y si estás pasando por una  mala racha, vas y compras tu cariaquito morado,  te aseguro que aquí puedes encontrar una planta para cada problema que tengas.

Me llama la atención un local donde mucha gente se aglomera para pedir y escucho “Dame una bomba”, “un 3 en 1 con ojo”, “yo quiero una voladora”, me acerco y veo que lo que venden son jugos. Pero no son jugos normales. Son jugos repotenciados. Quiero tener más información sobre el local, sus propietarios y los jugos que ofrecen pero la –terrible- atención contrasta con la calidad de sus jugos. Pareciera que a muchos vendedores venezolanos se les olvidó como tratar con clientes.

Me pedí una “voladora”, lo único que sé es que tenía entre sus ingredientes un ojo de ganado. Pensé que saldría necesitando comprar la albahaca morada para los vómitos, pero la verdad no fue así. Calidad de jugo. Espeso, con sabor a fresa y un poco de piña. Es como un Gatorade endógeno. Me dio la energía para seguir en el día. Es como un almuerzo. Muy bueno. Lo recomiendo. No sé a qué sepa un ojo de ganado pero el jugo sabía muy rico.

Dicen que un lugar se conoce por sus sabores, espero volver a este mercado pronto para ver con que me sorprendo. Me comentaron que en la segunda planta de esta edificación hay unos puestos de comida que necesito conocer, con comida de todo tipo: marabina, andina y criolla. Cuando me llegue les cuento y así me acompañan a viajar por mi país también a través de sus sabores.



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