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Simón dice: Recuerda

Cuando llegué a Caracas, desde mi pueblo original de residencia, en Septiembre de 2014, la Capital de Venezuela se encontraba recuperando de una jornada intensa de protestas que habían ocurrido a inicios de año. Para el momento en que llegué a Caracas reinaba una especie de normalidad, y posiciones encontradas sobre la justificación de las protestas. Para ese momento, algunos alimentos empezaron a escasear pero nadie imaginó lo que vendría luego.  Mi primera semana de clase en la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central de Venezuela en Diciembre de ese año también fue un poco intensa. La universidad se preparaba para elecciones de representantes estudiantiles tanto a nivel federativo como a nivel de facultades y escuelas. Esa primera semana de clases, algunas clases se interrumpían cuando ingresaba algún candidato al salón con autorización del profesor de turno para darnos su discurso y motivar el voto a su favor. En el primer semestre de la carrera no entie

Lo Que Me Cuenta La Gente

Cada persona tiene una historia que contar. Durante mis viajes me he topado con personas que se abren a contarme su historia. Por lo que han pasado. Sus vivencias. Me lo cuentan como si nos conociésemos, como si no importara que justo me acaban de conocer. Que no saben quién soy. Que solo saben de mí que cargo una pesada mochila, que viajo y que me acabo de topar con ellos quien sabe por qué razón.

Señor José Luis, artesano Wayúu 
Yo estoy en este negocio desde hace años, mi papá fue sastre y yo también lo soy” me contaba Walter por las calles de El Saladillo y más tarde me topé con José Luis quien me contó que su papá había muerto cuando él era muy joven, que en los años 70’ se fue a Caracas a probar suerte donde trabajó de plomero, electricista y cualquier oficio que saliera pero al final “me regresé a mi tierra, a donde pertenezco”.

Viajando por un país en medio de una crisis económica y una situación grave de escasez de alimentos me encuentro con historias como la de Luisa, una cantinera de un colegio en Barlovento que me decía “ahorita tenemos que cerrar para ir a hacer la cola y ver que podemos comprar para ofrecerles a los niños mañana”, sin embargo me decía que era feliz con su trabajo.

Muchas veces me compenetro con las historias, las siento y me duelen. Muchas son historias felices, otras no tanto. Cada quien se desahoga con lo que tiene, con lo que carga. Como José Guerra, una de las personas más emprendedoras que he conocido, quien me contaba que ya estaba en trámites para irse del país. Sus palabras fueron: “Me gusta Venezuela pero no quiero que este sea el país en el que mis chamos crezcan”. Había pasado por un secuestro y un atraco en la puerta de su casa. La decisión ya estaba tomada.

Las historias se repiten, en cada estado que visito las historias nunca dejan de ser contadas y yo no tengo ningún problema en escucharlas, quizás en ese momento esté ayudando a alguien sin saberlo, quizás esa persona me está ayudando a mí, no lo sé. Pero lo que me cuentan no son simples historias, me cuentan su vida, comparten conmigo una parte de su mundo y cuando regreso a casa lo haga cargando mucho más que un simple souvenir. 

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