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Sobre la búsqueda de mis orígenes

Cuando llegué a Venezuela desde Nepal, lo hice estando bastante enfermo. Mi estadía en Nepal me había activado varios virus que desconocía hasta ese momento. Estuve en varias consultas médicas con distintas especialidades tratando de buscar un diagnóstico, y con cada uno de los médicos que visitaba se abría una nueva historia clínica, que implica en primer lugar la búsqueda de antecedentes de cualquier tipo de  patología. Todo iba bien con los antecedentes maternos, tenía toda la información que me solicitaban: antecedentes de diabetes, hipertensión, cáncer, etc. Pero cuando implicaba dar información sobre mi papá, solo se oía el silencio. A ver, conozco a mi papá, crecí con él, tengo la fortuna de tenerlo aún conmigo, tiene más de 35 años de casado con mi mamá, somos cercanos, pero él siempre ha sido un hombre sano, o al menos eso creemos todos. A mi papá no le gustan los hospitales ni nada de lo que tenga que ver con chequeos médicos, de mi papá desconozco hasta el tipo de sangre. Ad

Mi primer viaje a Yapascua (Parte 2/2)

Me desperté de golpe cuando vi que ya empezaba a aclarar. La noche fue bastante tranquila, un poco calurosa. El alba se podía ver desde mi carpa. El sol comienza a salir detrás de las montañas del Parque Nacional San Esteban que cubren la ensenada por el Este. Aproveché para sacar unas fotos y caminé alrededor de la ensenada hasta llegar al punto en el que se puede subir a una gran roca para observar el paisaje desde la altura.

Se apreciaba la ensenada en todo su esplendor y se divisaban los destellos de luz solar saliendo de las montañas. El agua se tiñó de dorado. Un paisaje digno de la geografía venezolana. La conjugación entre el mar y las montañas era una perfecta armonía de colores.


Ya estaba bueno de apreciar el paisaje, ahora era tiempo de disfrutarme el agua. Estaba un poco fría. Como no hay oleaje el baño se disfruta completico. Algunos peces saltaban por allá y acuyá. Unos pescadores hacían su trabajo más alejados de todos. Algunas lanchas llegaban de vez en cuando a la ensenada, ensuciando el agua con el aceite de motor,  para preguntar si alguno de los que estábamos allí nos íbamos a ir a Patanemo con ellos, el pasaje estaba en 1.000 Bs por persona (Enero 2016) una verdadera locura.

Termine de bañarme, me cambié, recogí mis macundales y ráspalo de vuelta. De regreso no me perdí, pero si me cansé. Es que el camino, sea de ida o vuelta, es bastante exigente. Hice pocas paradas, estaba temprano, pero como ya sabía cómo se maneja lo del transporte, lo mejor era estar lo más temprano posible en la parada del bus. Llegué a Patanemo con una cierta satisfacción en mi interior, y agarré un mototaxi hasta la parada del bus. Tengo que admitir que a pesar de que en algún momento llegué a decir que “Nunca me iba a montar en mototaxi” ya como que le estoy agarrando el gusto, una semana antes tuve que tomar uno para llegar a tiempo a una reunión muy importante en Caracas.

Llegue a la parada del bus a las 11:15 am. En la espera llegó un grupo de amigos que también habían estado acampando en Yapascua. Eran estudiantes –otros ya egresados- de Biología en la Universidad de Carabobo. La conversación empezó a fluir rápidamente. La espera del bus se hizo menos tediosa. Angel –uno de los muchachos- había sido Scout, había recorrido muchos estados y acampado en muchas partes, era el que tenía más experiencia mochileando. Anahí –una de las chicas- me preguntaba sobre Mochima, me contaba que quiere viajar sola pero que no se arriesga, que tiene miedo, que no sé cuántas cosas más. Le di mis consejos y espero que los tome.

Fue a las 12:30 cuando por fin no montamos en el bus de regreso a Puerto Cabello. Un camino que normalmente podrían ser 20-30 minutos, pues mi autobús se echó 2 horas. El bus iba metiéndose a cada pueblo y parándose a cada momento. Pero al final me sirvió para conocer más a otro de los muchachos, que está haciendo su tesis para graduarse, sobre la esquizofrenia. Hablamos casi todo el camino sobre la crisis universitaria, la falta de financiamiento para las investigaciones y las limitaciones a la hora de crear nuevos conocimientos dentro de las universidades.


Al fín llegamos a Puerto Cabello, me despedí del grupo de amigos, ellos se quedaron almorzando y yo me fui hasta Valencia, de allí a Caracas y retorné a mi viejo, descuidado pero siempre fiel amigo: El terminal “La Bandera”. 

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