En abril de 1994 inició el proceso planificado de exterminio de la etnia Tutsi en Ruanda. En el período de tres meses 1 millón de almas fueron masacradas y desmembradas con machetes a lo largo y ancho de este país, esto equivale a la mitad de la población de Caracas. Dos tercios de la población de Ruanda fue desplazada, 2 millones de personas se refugiaron en países vecinos. Las mujeres y los niños fueron los principales objetivos del genocidio para evitar que otra generación de esta etnia volviese a emerger. El mundo observó desde lejos lo que ocurría y no hizo nada. Este es el hecho histórico que más verguenza genera en la comunidad internacional. ¿Cuanto odio es necesario para que esto ocurriera? Mucho. Este odio impulsado desde la prensa y fundamentado en divisiones coloniales y en rencores de la élite política fue el motor que movilizó el genocidio. En Ruanda, nadie entiende bien como sucedió, muchos aún hoy no pueden creer lo sucedido. Es un proceso social traumático que aún
Desde
1819 ha estado las ansias de consolidar en el subcontinente americano una unión
de naciones para el fortalecimiento de la región, lamentablemente desde
entonces los intereses de estos Estados han estado en completa desarmonía,
porque al final, cada uno de éstos responde a sus necesidades que no las ven
satisfechas bajo cualquier unión que se plantee.
Ya
lo veía Simón Bolívar cuando redactó la Carta de Jamaica (1815), cuando expresa
que: “Es una idea grandiosa pretender
formar de todo el Nuevo Mundo una sola nación (…). Ya que tiene un origen, una
lengua, unas costumbres y una religión, debería, por consiguiente, tener un
solo gobierno que confederase los diferentes Estados que hayan de formarse; mas
no es posible, porque climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos,
caracteres desemejantes dividen a América”.
No
ha variado mucho la situación desde entonces hasta hoy, sin embargo, nos hemos
forjado una idea de superioridad de nosotros mismos sobre el resto y nuestras
frustraciones comienzan cuando descubrimos que no somos capaces de sostener una
confederación de Estados que haga contrapeso a los Estados Unidos y cuando nos
damos cuenta de que no hemos podido alcanzar el éxito que ha logrado la Unión
Europea.
La
descripción que hace Kapuscinski sobre África es aplicable de igual forma a
Latinoamérica. Es imposible hablar de una sola América Latina, a pesar de que
comparten una historia, una lengua y unas costumbres, existen tantas Américas
Latinas como países la conforman; cada uno con sus particulares
características.
A
pesar de los esfuerzos que se han hecho, sobre todo durante las últimas 3 décadas,
por crear una comunidad de Estados hoy pareciera más que ayer que los mismos
esfuerzos terminaran fracasando debido a una aplastante realidad que golpea a
Latinoamérica. Es sin duda en la unión donde puede estar la fuerza de América
Latina, pero hasta que los Estados que conforman esta región no maduren
políticamente a lo interno, cualquier progreso será imperceptible a lo externo.
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