Por primera vez en 25 años pareciera ser que mi país, Venezuela, tiene una oportunidad real de lograr un cambio de gobierno por la vía democrática del voto. Sin embargo, intento no emocionarme y mantener mi esperanza al mínimo. La desesperanza aprendida y la indefensa adquirida ya son parte de mi mecanismo de defensa para enfrentar la realidad de mi país. Hemos pasado demasiadas cosas en los últimos años. No quiero ilusionarme en vano. En mi país, tenemos una relación complicada con las elecciones. Conscientemente, unos días antes de las elecciones me abastecí de alimento, porque uno nunca sabe qué pueda ocurrir, y si algo ocurre lo mejor es que te agarre con alimento en casa. En Catia, el barrio donde vivo, se escucha “compren velas, por si acaso”. Todo parece estar normal, sin embargo, tengo una semana que no logro dormir más de 4 horas en la noche. La ansiedad toma mi cuerpo y trato de poner en práctica todas las herramientas que conozco para gestionarla. Un dolor de cabeza aparec
Te
sumerges en un río de gente en busca de paz, de libertad y progreso, con la esperanza
de ver mejorada tu calidad de vida y la de tu familia.
Río de gente saliendo de Venezuela, Puente Internacional Simón Bolívar. Foto propia. |
Apenas
estás frente a ella te abordan 10 hombres al mismo tiempo para ofrecerte
ofertas en pasajes desde Cúcuta hasta Quito, Lima y Santiago. Otros 10
pretenden que contrates su servicio de carga para tu (s) maleta (s).
Mi
cruce por la frontera colombo-venezolana fue menos grave de lo que imaginaba,
pero sí mucho más emotivo para lo que hubiese podido estar preparado. No
importa cuántos videos veas ni noticias leas, nunca se estará completamente
preparado para afrontar cruzar dicha frontera y palpar en primera mano lo que
es la peor crisis migratoria en la región en este momento.
Mi
última vez en Cúcuta había sido en 2008, por entonces las cosas eran
completamente distintas. Vi familias enteras, hombres solos, muchos jóvenes saliendo
desesperadamente, niños haciendo preguntas a sus madres por sus padres. Vi
también muchas lágrimas, quizá algunas salieron también de mis ojos, era
inevitable.
A
aquellos que se van, hoy los admiro más. Valoro su fortaleza y entereza. No es
fácil, no es justo, no es humano, no lo merecemos.
No
importa que se empeñen en hacernos ver que no tenemos salida, yo estoy seguro
de que la hay. Cuando ocurra, deseo ver el mismo puente abarrotado en sentido
contrario, de compatriotas regresando. Acá estaremos esperándolos con los
brazos abiertos. La migración forzada a la que han sido sometidos no es su
culpa.
Nuestro
país, para su reconstrucción necesitará la ayuda de quienes quedamos acá y
aquellos que por ahora están allá, en cualquier parte del mundo. De esta
salimos, nos levantamos, aprendemos, reconstruimos y seguimos.
Luis Alvarado Bruzual.
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