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Sobre la búsqueda de mis orígenes

Cuando llegué a Venezuela desde Nepal, lo hice estando bastante enfermo. Mi estadía en Nepal me había activado varios virus que desconocía hasta ese momento. Estuve en varias consultas médicas con distintas especialidades tratando de buscar un diagnóstico, y con cada uno de los médicos que visitaba se abría una nueva historia clínica, que implica en primer lugar la búsqueda de antecedentes de cualquier tipo de  patología. Todo iba bien con los antecedentes maternos, tenía toda la información que me solicitaban: antecedentes de diabetes, hipertensión, cáncer, etc. Pero cuando implicaba dar información sobre mi papá, solo se oía el silencio. A ver, conozco a mi papá, crecí con él, tengo la fortuna de tenerlo aún conmigo, tiene más de 35 años de casado con mi mamá, somos cercanos, pero él siempre ha sido un hombre sano, o al menos eso creemos todos. A mi papá no le gustan los hospitales ni nada de lo que tenga que ver con chequeos médicos, de mi papá desconozco hasta el tipo de sangre. Ad

Un puente de esperanza sobre un río de lágrimas.

Te sumerges en un río de gente en busca de paz, de libertad y progreso, con la esperanza de ver mejorada tu calidad de vida y la de tu familia.


Río de gente saliendo de Venezuela, Puente Internacional Simón Bolívar. Foto propia.

Apenas estás frente a ella te abordan 10 hombres al mismo tiempo para ofrecerte ofertas en pasajes desde Cúcuta hasta Quito, Lima y Santiago. Otros 10 pretenden que contrates su servicio de carga para tu (s) maleta (s).

Mi cruce por la frontera colombo-venezolana fue menos grave de lo que imaginaba, pero sí mucho más emotivo para lo que hubiese podido estar preparado. No importa cuántos videos veas ni noticias leas, nunca se estará completamente preparado para afrontar cruzar dicha frontera y palpar en primera mano lo que es la peor crisis migratoria en la región en este momento.

Mi última vez en Cúcuta había sido en 2008, por entonces las cosas eran completamente distintas. Vi familias enteras, hombres solos, muchos jóvenes saliendo desesperadamente, niños haciendo preguntas a sus madres por sus padres. Vi también muchas lágrimas, quizá algunas salieron también de mis ojos, era inevitable.

A aquellos que se van, hoy los admiro más. Valoro su fortaleza y entereza. No es fácil, no es justo, no es humano, no lo merecemos.

No importa que se empeñen en hacernos ver que no tenemos salida, yo estoy seguro de que la hay. Cuando ocurra, deseo ver el mismo puente abarrotado en sentido contrario, de compatriotas regresando. Acá estaremos esperándolos con los brazos abiertos. La migración forzada a la que han sido sometidos no es su culpa.

Nuestro país, para su reconstrucción necesitará la ayuda de quienes quedamos acá y aquellos que por ahora están allá, en cualquier parte del mundo. De esta salimos, nos levantamos, aprendemos, reconstruimos y seguimos.


Luis Alvarado Bruzual.


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