Hace varios años, cuando aún vivía en Zaraza, conocí el término ciudadano global y quedé atrapado.
Un ciudadano global es aquel que entiende que hace parte de una aldea global en la que todos estamos interrelacionados, donde todos somos interdependientes y donde las acciones de uno afectan a todos y existen intercambios en todas las direcciones.
Un proceso acelerado por la globalización, la ciudadanía global pudiese considerarse parte de lo que en teoría de relaciones internacionales conocemos como la teoría del post-modernismo. Fronteras cada vez menos rígidas, problemas globales comunes a todos, nuevos conflictos, nuevas oportunidades.
La razón del porque les cuento todo esto, es porque cuando estuve en Medellín tuve una conmovedora experiencia asociada a la construcción de paz en escenarios de post-conflictos, de la cual les comentaré a mayor detalle luego.
Esta experiencia sobre construcción de paz ha estado en mi cabeza desde mi regreso de Colombia. El mundo en el que vivimos actualmente es cada vez más inestable, conflictos de nueva generación han estado surgiendo en todas las regiones, uso de armas de destrucción masiva y también ataques terroristas están a la orden del día.
Cuando descubrí el concepto de ciudadanía global me atrapó la idea de trabajar para hacer de este un mundo mejor, pero solo fue hasta hace poco que entendí como la ciudadanía global y el fin de los conflictos mundiales están relacionados.
Sí hablamos de ciudadanía global, posiblemente pueda pensarse directamente en acciones de activismo por distintas causas, sin embargo, dos de los principios bajo los cuales se sustenta la ciudadanía global son:
1- Promoción del diálogo intercultural y,
2- Respeto a la diversidad
La vulneración de estos principios suelen ser los orígenes de la mayoría de los conflictos en el mundo, cómo la crisis de los Rohingya en Myanmar, o los genocidios de Burundi y Los Balcanes.
La ciudadanía global implica el acercamiento entre unos y otros y el reconocimiento de todos. Un mundo de ciudadanos globales sería de seguro más justo y pacífico, alcanzar ese objetivo puede ser lo difícil.
Ser un ciudadano del mundo implica estar dispuesto a abrir la mente, disponerse a experimentar, a aprender, a preguntar, a ser curioso. No muchos están dispuestos.
Promover el pensamiento crítico desde la escuela y conectar a nuestros niños con el mundo que les rodea bajo los valores del respeto, la empatía y el diálogo, puede ser una herramienta poderosa para promover la ciudadanía global que es a su vez trabajar por un mundo más justo y pacífico.
Si sembramos semillas de esperanza no temeremos de la cosecha de amor y paz para nuestro futuro.
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