Siempre
he dicho que mi vida va muy rápido, todo lo he vivido en poco tiempo y a veces
esa velocidad me asusta. 2020 arrancó con mucha fuerza en lo personal y en lo
laboral para mí. Viví procesos emocionales muy fuertes y novedosos, cantidad de
emociones y procesos. En lo laboral estuve logrando metas operativas y
financieras los primeros dos meses del año y estuve sometido a altos niveles de
estrés.
Había
querido detenerme un momento, mi vida y mis proyectos pausarlos unos días
mientras me permitía la oportunidad de respirar, reflexionar y continuar
adelante. Sin embargo, esa pausa nunca llegó. Temía detenerme porque el que yo
lo hiciese no significaba que todo afuera también lo hacía, es decir, si yo me
detenía el mundo continuaría moviéndose y demandando de mí más movimiento, si
yo me detenía en medio de todo ese movimiento corría el riesgo de ser desplazado
e incluso reemplazado, algo que sentía que no podía permitirme.
Cuando
las autoridades de Venezuela anunciaron la llegada de los primeros dos casos de
COVID-19 al país, yo me encontraba en un evento internacional y en una de las
semanas más activas social y laboralmente. Ya habíamos previsto en mi organización
que el virus llegaría al país, sin embargo, nos tomó por sorpresa la rapidez
con la que lo hizo. Fue así como una pandemia detuvo al mundo, y no tuve miedo
a detenerme con él.
El
primer fin de semana fue un poco intenso, leyendo noticias, reportes y demás mi
cabeza estuvo a punto de explotar en tan solo dos días. Al tercer día tomé la
decisión de que no me engancharía más con las noticias que inundan las redes
sociales y cualquier portal que se visite en estos días, y que dedicaría estas
próximas semanas a hacer precisamente lo que había querido hacer desde hace
tiempo: Nada.
Lo
primero que hice fue cambiar mi interpretación de todo lo que estaba pasando,
porque cuando cambiamos la interpretación de cualquier suceso hacemos que
cambie también el juicio que le damos a ese suceso en cuestión. Dejé de ver
esta situación particular y extraordinaria como el fin del mundo y pasé a verla
como el regalo perfecto que el universo me estaba dando para permitirme
detenerme tal y como quería hacerlo desde hace tiempo.
Por
supuesto he tomado las medidas necesarias para protegerme a mí y a los míos,
por primera vez no tengo un plan sobre lo que voy a hacer ante esto, pero si
tomé la decisión de que de esta cuarentena salimos sanos física y mentalmente,
y desde que tomé esa decisión todo lo que hago está relacionado con ella.
Ahora
mismo llevo 16 días sin salir de casa, todos los proyectos de la organización
se han detenido, todos los eventos y conferencias a los que había sido invitado
se han cancelado y las próximas semanas pienso dedicarlas para escribir más
detenidamente en este blog, limpiar mi apartamento, leer libros que me han
regalado y que tengo pendientes, ver netflix, cocinar y contactar con viejos
amigos a los que no siempre tengo el tiempo para llamar. Eso es lo que he hecho
las últimas dos semanas y lo mismo que planeo para las próximas por venir.
No
sé cuánto durará esto, nadie lo sabe, pero de que salimos, salimos. Tomate este
tiempo también para ti, detente, observa, valora y agradece las cosas pequeñas
y lo privilegiados que somos. Lo más importante, mantente en casa.
Con
cariño,
-Luis.
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