Cuando llegué a Venezuela desde Nepal, lo hice estando bastante enfermo. Mi estadía en Nepal me había activado varios virus que desconocía hasta ese momento. Estuve en varias consultas médicas con distintas especialidades tratando de buscar un diagnóstico, y con cada uno de los médicos que visitaba se abría una nueva historia clínica, que implica en primer lugar la búsqueda de antecedentes de cualquier tipo de patología. Todo iba bien con los antecedentes maternos, tenía toda la información que me solicitaban: antecedentes de diabetes, hipertensión, cáncer, etc. Pero cuando implicaba dar información sobre mi papá, solo se oía el silencio. A ver, conozco a mi papá, crecí con él, tengo la fortuna de tenerlo aún conmigo, tiene más de 35 años de casado con mi mamá, somos cercanos, pero él siempre ha sido un hombre sano, o al menos eso creemos todos. A mi papá no le gustan los hospitales ni nada de lo que tenga que ver con chequeos médicos, de mi papá desconozco hasta el tipo de sangre. Ad
Mientras esperaba para sellar mi pasaporte sobre el puente Simón Bolívar de regreso a Venezuela, en 2019, converso con una señora en la fila, de aproximadamente 40 años. Me habla de la seguridad que reina en el pueblo en el que vive, Guasdualito, en el estado Apure, producto del control de grupos armados que imponen la ley y el orden en la zona. Me dice que ya nadie roba, porque al que encuentran robando lo matan, me dice que puede salir con su teléfono y con prendas de oro a la calle sin miedo. Incluso compara la situación de Guasdualito con la de Bogotá y me comenta que ya en Bogotá no se puede salir tranquilo, como si puede hacerlo en Apure. Trato de fingir mi consternación; viajando solo por la frontera no puedo permitirme engancharme mucho con nadie ni demostrar mucho interés en nada en particular, por mi propia seguridad.
No es la primera vez que escucho a alguien comentar de la maravilla que es vivir en un territorio controlado por grupos armados, la supuesta seguridad que se les ofrece es suficiente incentivo en uno de los países con una de las tasas más alta de criminalidad.
Lo que reportan los medios venezolanos desde el pasado 21 de marzo, es solo la punta del iceberg, de lo que comprende un más complejo y extenso sistema de redes de grupos paramilitares y guerrilleros con acciones en Venezuela, que han construido sus bases de operaciones a partir de la minería ilegal al sur del país, las redes de trata y tráfico de personas y el comercio de droga, y que operan no sólo con el conocimiento de entes del Estado sino también con el beneplácito de la población que se beneficia de las ofertas laborales producto de los distintos comercios, y que ve su participación en ese sistema como una forma de subsistencia.
El enfrentamiento entre disidentes de las FARC-EP y el Estado Venezolano ha provocado el desplazamiento de más de 3.000 venezolanos en pocos días. Los bombardeos por parte de la Aviación y la confirmación del uso de minas antipersonal en el área por parte de los guerrilleros son las noticias que han llegado estos últimos días. Apure es en este momento, la tierra de todos, y a su vez, la tierra de nadie.
- El Estado venezolano debe informar sobre las operaciones militares realizadas e identificar oportunamente la identidad de todos los caídos en el conflicto.
- Se debe permitir a equipos profesionales especiales la limpieza de minas antipersonal en el terreno.
- Las ONGs en el terreno deben seguir atentas a los procedimientos del Estado Venezolano y también a las acciones emprendidas por los grupos guerrilleros. En este momento la vida de los civiles es lo más importante y también lo más vulnerable.
Mi solidaridad con todos y todas aquellas que tuvieron que dejarlo todo de un día a otro, con aquellos que se fueron, con aquellos que quedaron en el medio y con aquellos que siguen sin poder salir.
- Luis Alvarado Bruzual
Comentarios
Publicar un comentario