En abril de 1994 inició el proceso planificado de exterminio de la etnia Tutsi en Ruanda. En el período de tres meses 1 millón de almas fueron masacradas y desmembradas con machetes a lo largo y ancho de este país, esto equivale a la mitad de la población de Caracas. Dos tercios de la población de Ruanda fue desplazada, 2 millones de personas se refugiaron en países vecinos. Las mujeres y los niños fueron los principales objetivos del genocidio para evitar que otra generación de esta etnia volviese a emerger. El mundo observó desde lejos lo que ocurría y no hizo nada. Este es el hecho histórico que más verguenza genera en la comunidad internacional. ¿Cuanto odio es necesario para que esto ocurriera? Mucho. Este odio impulsado desde la prensa y fundamentado en divisiones coloniales y en rencores de la élite política fue el motor que movilizó el genocidio. En Ruanda, nadie entiende bien como sucedió, muchos aún hoy no pueden creer lo sucedido. Es un proceso social traumático que aún
Usualmente los activistas sociales estamos expuestos a entornos de trabajo adversos y trabajamos enfocados en desmontar problemas estructurales que terminan generando estrés y ansiedad. Desde el año 2019 me permití adoptar el enfoque de prácticas de autocuidado a mi vida, y promoverlo también en mi equipo de trabajo y en los beneficiarios del programas que dirijo.
Las prácticas de autocuidado son vitales para la sostenibilidad en el largo plazo de todo movimiento y/o organización emergente y desarrollada y de todo activista.
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