En abril de 1994 inició el proceso planificado de exterminio de la etnia Tutsi en Ruanda. En el período de tres meses 1 millón de almas fueron masacradas y desmembradas con machetes a lo largo y ancho de este país, esto equivale a la mitad de la población de Caracas. Dos tercios de la población de Ruanda fue desplazada, 2 millones de personas se refugiaron en países vecinos. Las mujeres y los niños fueron los principales objetivos del genocidio para evitar que otra generación de esta etnia volviese a emerger. El mundo observó desde lejos lo que ocurría y no hizo nada. Este es el hecho histórico que más verguenza genera en la comunidad internacional. ¿Cuanto odio es necesario para que esto ocurriera? Mucho. Este odio impulsado desde la prensa y fundamentado en divisiones coloniales y en rencores de la élite política fue el motor que movilizó el genocidio. En Ruanda, nadie entiende bien como sucedió, muchos aún hoy no pueden creer lo sucedido. Es un proceso social traumático que aún
En contextos de conflicto, los jóvenes somos los más afectados: ceses educativos, la carne de cañón, reclutamiento de grupos irregulares, forzados a dejar nuestra tierra.
La Resolución 2250 reconoce nuestro rol en la prevención de conflictos, en la construcción y sostenimiento de la paz en el mundo, ahora es necesario avanzar en acciones concretas para asegurar el cumplimiento de la agenda.
En 2020 diversos jóvenes constructores de paz de Venezuela y Colombia en alianza con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) impulsaron la agenda de Juventud, Paz y Seguridad en estos países.
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