Por primera vez en 25 años pareciera ser que mi país, Venezuela, tiene una oportunidad real de lograr un cambio de gobierno por la vía democrática del voto. Sin embargo, intento no emocionarme y mantener mi esperanza al mínimo. La desesperanza aprendida y la indefensa adquirida ya son parte de mi mecanismo de defensa para enfrentar la realidad de mi país. Hemos pasado demasiadas cosas en los últimos años. No quiero ilusionarme en vano. En mi país, tenemos una relación complicada con las elecciones. Conscientemente, unos días antes de las elecciones me abastecí de alimento, porque uno nunca sabe qué pueda ocurrir, y si algo ocurre lo mejor es que te agarre con alimento en casa. En Catia, el barrio donde vivo, se escucha “compren velas, por si acaso”. Todo parece estar normal, sin embargo, tengo una semana que no logro dormir más de 4 horas en la noche. La ansiedad toma mi cuerpo y trato de poner en práctica todas las herramientas que conozco para gestionarla. Un dolor de cabeza aparec
Me tomó 10 años reconocer que era sobreviviente de abuso sexual, otros 10 años trabajando conscientemente a través de distintas terapias, y 20 años me tomó poder hablarlo con mis padres.
Ya he llorado todas las lágrimas contenidas en mi linaje por todas las historias invisibilizadas y minimizadas, todos los que vivieron antes que yo también lloraron conmigo en ese momento en el que empezaba nuestro camino a la liberación y sanación.
Recibí todo el amor que mis antecesores habrían querido recibir y hoy me siento bien.
Cuento mi historia para honrar a todos los niños, niñas, adolescentes y jóvenes sobrevivientes de abuso, en cualquiera de sus formas, y para traer luz a todas las historias sin contar y a los traumas generacionales sin sanar.
No se cual puede ser la solución para hacer que esto pare, pero estoy seguro que el silencio no es una opción.
Ya he llorado todas las lágrimas contenidas en mi linaje por todas las historias invisibilizadas y minimizadas, todos los que vivieron antes que yo también lloraron conmigo en ese momento en el que empezaba nuestro camino a la liberación y sanación.
Recibí todo el amor que mis antecesores habrían querido recibir y hoy me siento bien.
Cuento mi historia para honrar a todos los niños, niñas, adolescentes y jóvenes sobrevivientes de abuso, en cualquiera de sus formas, y para traer luz a todas las historias sin contar y a los traumas generacionales sin sanar.
No se cual puede ser la solución para hacer que esto pare, pero estoy seguro que el silencio no es una opción.
- Luis Alvarado Bruzual
Comentarios
Publicar un comentario