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¿Cómo se viven los tiempos de cambio en un país con inestabilidad política y social?

Por primera vez en 25 años pareciera ser que mi país, Venezuela, tiene una oportunidad real de lograr un cambio de gobierno por la vía democrática del voto. Sin embargo, intento no emocionarme y mantener mi esperanza al mínimo. La desesperanza aprendida y la indefensa adquirida ya son parte de mi mecanismo de defensa para enfrentar la realidad de mi país. Hemos pasado demasiadas cosas en los últimos años. No quiero ilusionarme en vano. En mi país, tenemos una relación complicada con las elecciones.  Conscientemente, unos días antes de las elecciones me abastecí de alimento, porque uno nunca sabe qué pueda ocurrir, y si algo ocurre lo mejor es que te agarre con alimento en casa. En Catia, el barrio donde vivo, se escucha “compren velas, por si acaso”.  Todo parece estar normal, sin embargo, tengo una semana que no logro dormir más de 4 horas en la noche. La ansiedad toma mi cuerpo y trato de poner en práctica todas las herramientas que conozco para gestionarla. Un dolor de cabeza aparec

Sobre los choques culturales en mi propio país

Al regresar a Venezuela, luego de 3 meses viajando entre África Oriental y Medio Oriente en 2022, experimenté por primera vez un choque cultural en mi propio país. Había pasado el último mes en Turquía, donde por diversas razones las bebidas alcoholicas son más caras que en mi país, pero donde las personas no necesitan de ellas para disfrutar. En Turquía las fiestas se arman a partir de cay (té), y largas conversas en espacios públicos, todos los días, casi todo el día, y con mayor afluencia en las tardes. Crecí en un país en el que la edad promedio para iniciar a consumir alcohol es 11 años, y desde entonces toda nuestra vida social la construímos con base en el alcohol. Cuando le das tanta importancia al alcohol, te olvidas de lo realmente importante que es lo que ocurre alrededor de él: encuentros sociales, compartir con amigos, familia, etc. Cuando reconoces lo que es realmente importante, puedes lograrlo a través de distintas formas. En fín, al regresar a Venezuela me invitaron a una boda de unos amigos muy queridos, en los que decidí beber agua durante toda la celebración, y aunque me disfruté la fiesta, bailé casi todos las piezas musicales, las preguntas que me hacían era "¿estás bien?" estaba maravillosamente bien, venía llegando de un viaje maravilloso y estaba rodeado de mis amistades. Luego de la boda, me comentaron que algunos invitados comentaron que yo estaba aburrido, lo cuál me sorprendió. Sus percepciones venían dadas por mi decisión de no tomar alcohol durante la celebración. Fue allí cuando tuve mi primer choque cultural en mi propio país, sobre la forma en la que nos relacionamos con las bebidas alcoholicas. Beber alcohol o no, debe ser siempre una decisión y no una norma social. 
Luego de ese viaje empecé a tener un dilema permanente asociado a otro choque cultural. En África Oriental y en Turquía mi concepción del tiempo y del trabajo cambió mucho, influenciado por los estilos de vida más despacio, "más relajados", de las personas en estos lugares del mundo. Al llegar a Venezuela me percato de lo realmente occidentalizados que estamos y de lo inmerso que estamos en una cultura de "productividad" sin sentido, una cultura de hiperactividad y multi-tareas que termina agobiando y quemando el cuerpo físico y mental que nos sostiene de pie. 

El dilema entre una vida más lenta y una cultura que te obliga a mantenerte ocupado para tener sentido de vida. El dilema entre querer una vida lenta y la sensación parecida al síndrome de abstinencia pero del trabajo, producto de años de socialización. Otro choque cultural en mi primer mes en mi país. 

Durante 2022 estuve viajando tanto, en tantos husos horarios, impregnandome de tantas culturas y formas de vivir la vida tan diferentes, y al mismo tiempo mi país estuvo cambiando permanentemente su economía, su estándares sociales, sus patrones de consumo, sus personas referentes, entre otras muchas cosas a un ritmo muy rápido, que en algún punto me he sentido extraño en mi propio país. "Síndrome del viajero eterno" le llaman en psicología. 

Al viajar, mi identidad se va transformando a partir de cada experiencia vivida, viajar me ha permitido cambiar mi forma de ver la vida, y transformarme cada día. Supongo que la tensión entre quién soy ahora, quién era antes y quién esperan que continúa siendo, me acompañará un tiempo más. 

Todo pasa y todo queda
Pero lo nuestro es pasar
Pasar haciendo caminos
Caminos sobre la mar

Nunca perseguí la gloria
Ni dejar en la memoria
De los hombres mi canción
Yo amo los mundos sutiles
Ingrávidos y gentiles

Caminante son tus huellas el camino y nada más
Caminante, no hay camino se hace camino al andar

- Antonio Machado 


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