En Washington DC una persona me comentó que al verme no veía la crisis de la cual yo le hablaba que ocurre en mi país, Venezuela. Es cierto que soy privilegiado de muchas formas: soy capaz de comunicarme en inglés y tengo acceso a un mínimo de internet, he viajado alrededor del mundo gracias a que mi trabajo en Venezuela ha llamado la atención de personas y organizaciones que están dispuestas a apoyarme a hacer un mejor trabajo y de más impacto. Sin embargo, también es cierto que cuando no estoy viajando fuera del país estoy en un riesgo siempre latente de inseguridad alimentaria, vivo en una zona vulnerable al oeste de Caracas con serios problemas estructurales, como gran parte de las personas que vivimos en este país no tengo acceso seguro y constante a agua potable, y todas las semanas debo dejar a un lado mi trabajo para poder recolectar agua y asegurar suministros, si me enfermo (lo que espero que no ocurra, pero que me ha ocurrido más de lo que he querido el último año), no tengo acceso a un seguro de salud ya que mis ingresos económicos no me permiten costearlo, y el sistema financiero venezolano no me permite acceder a crédito (ya que el mismo es inexistente) para poder independizarme completamente.
Hace un par de semanas me invitaron a conversar con 40 jóvenes que se están formando en Caracas para ser constructores de paz y ellos me preguntaban sobre los retos para ser un constructor de paz en Venezuela, y no podía dejar de comentarles todo lo que narro en el párrafo anterior. No quiero que las nuevas generaciones se formen creyendo que la realidad de un constructor de paz es la que ven en redes sociales, y que crean que algo está mal con ellos y su condición al no poder cumplir con los "estándares sociales" de lo que significa ser un constructor de paz o un activista social, porque a veces ni yo se lo que eso significa.
Durante un almuerzo en DC, una persona trabajando para una organización internacional me preguntó que si la situación es tan terrible "¿Entonces de que vive la gente?" y fue la oportunidad perfecta para hablarle de mi trabajo. Le comenté de los artesanos de Cerezal, en el estado Sucre, que todos los días sacan su artesanía fuera de su casa, que da a la carretera nacional, con el objetivo de venderlas, aunque por la carretera solo pasen pocos vehículos al día (y mayormente de personas de caseríos cercanos) ya que el turismo no solo es escazo sino casi inexistente. También le comenté de las mujeres de Tacariguita que caminan por horas en el campo para buscar cacao el cuál venden a un precio muy bajo con el único fin de subsistir, pero es el cacao con el que se producen famosas barras de chocolate en Europa.
Tanto los artesanos de Cerezal, como las agricultoras de Tacariguita están sumidas en un contexto de violencia estructural de la cual no son plenamente conscientes, afectadas por las consecuencias de una profunda crisis humanitaria. En contextos donde la violencia y la crisis están presentes resistir es la única forma de vivir, y en Venezuela para vivir debemos resistir todos los días.
Mentiría si dijese que esto que narro es el contexto de toda la población, como consecuencia de la crisis humanitaria la desigualdad en Venezuela se ha incrementado exponencialmente, y el conflicto político ha dado paso a la creación de nuevas élites económicas. De hecho, en la última Encuesta de Condiciones de Vida (ENCOVI) 2022, Venezuela se posicionó como el país más desigual en América, el continente más desigual del mundo.
Algunas veces pienso en las excepciones que el sistema hace, y agradezco ser parte de ellas, otras tantas pienso en las desigualdades y me frustro. A veces solo quisiera que las cosas fuesen un poco menos difíciles de lograr para la gente que se esfuerza, como yo y como otros millones de personas, pero el esfuerzo tiene un significado e implicaciones diferentes dependiendo de donde hayamos nacido. El esfuerzo muchas veces es la herramienta que se usa para romantizar la desigualdad, ya que "si hay personas que no lo logran, es porque no se esfuerzan lo suficiente", el esfuerzo, aunque valioso, sirve de poco cuando todas unas condiciones estructurales de desigualdad caen sobre tus hombros. El esfuerzo que algunos imprimen en lograr sus objetivos personales/profesionales, es el esfuerzo que otros usan para resistir al peso de la desigualdad. Todos aplicamos esfuerzo, pero sobre distintas cosas, algunos para triunfar, otros para vivir. Depende de donde hayamos nacido.
Termino de escribir este post mientras desayuno en el aeropuerto de Panamá, de camino a Bogotá a dónde voy para atender a reuniones de trabajo, vistiendo ropa sucia y con mucha ropa sucia en mi maleta ya que el área en el que vivo en Caracas tiene dos semanas sin acceso a agua y sin posibilidad de hacer la lavandería.
No me queda más que agradecer lo afortunado que soy dentro del infortunio general, apreciar lo complejo de las identidades y las desigualdades y agradecer el trabajo que hace mucha gente para hacer que las desigualdades ya no existan.
Este post no es una queja, pero pudiese serlo. No es una protesta, pero pudiese serlo. Este post es solo la historia de vida de alguien más que viven en este complejo planeta llamado Tierra.
Con cariño,
Luis.
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